La necesidad de protegerse es inherente al ser humano, vivimos en un mundo muy acelerado y definitivamente poco confiable, desde contratar un servicio de taxi hasta comprar una casa necesitamos protegernos, pero a veces se llega a pasar el límite de esa protección normal que debemos ejercer, nos extralimitamos y eso es un error.
Cometer un error te lleva a perder tiempo, dinero, energías y a veces hasta amistades.
Bien cuando hablamos de contratos perfectos es cuando las personas no quieren arriesgar nada en absoluto y quieren prever todas las situaciones que podrían pasar, por ejemplo una persona que alquila su departamento donde pueden tener un perro, el dueño no quiere que haya mal olor, pues es una situación previsible y decide poner en el contrato que el perro debe bañarlo dos veces por semana o sucede también cuando en las fechas de pago el propietario quiere que le abonen estrictamente el mismo día sino que genere interés al día siguiente y si seguimos buscando el contrato perfecto podríamos prever una elevada inflación y elevar el precio de alquiler a futuro, etc.
Por esta razón es que debemos entender que no hay contratos perfectos lo que debemos lograr son contratos óptimos y para lograrlo debemos tomar en cuenta cuatro principios el consentimiento, la buena fe, licitud y la equidad tomando estos principios tendremos un equilibrio de riesgos para ambas partes. Las personas deben estar conformes y cómodas con el contrato que deciden aceptar y no por su necesidad apremiante o porque no les queda otra opción, pienso que un contrato que no es equilibrado la parte afectada no quedará conforme y podría buscar cualquier pretexto para incumplir cualquiera de las cláusulas en el futuro.